En el cruce de caminos de una existencia donde el futuro lo será sólo si antes se concilia con el pasado, María Salomón convoca las raíces de su memoria: el atlántico abuelo maragato, marinero y fundador de jardines. Como en el Teatro, los fantasmas serán llamados para que desvelen la identidad de esos personajes víctimas de la orfandad vital y el desamparo que sólo hallarán reposo allá donde mar y tierra se unen, en la “casa de la infancia” de Castroluce.
Mientras, María Salomón espera que, entre jirones de sueños, espacios abandonados, mitos y presentimientos brote el instante único e irrepetible que simbolizan las favoritas de los emperadores chinos, amantes de una sola noche y recluidas, después, en un jardín exótico donde cuidar del recuerdo de su efímera gloria.
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