En Miguel Torga, la poesía se vuelve diario y, por tanto, latido existencial en el tiempo. Poesía y vida en él van siempre de la mano y, para verbalizar tal experiencia del espíritu, utiliza sin reparo alguno las herramientas de la poesía clásica (cómputos silábicos, rimas, figuras…) y las somete y las moldea, llevándolas a su territorio; como también, para expresar su yo y su mundo, se vale de un amplio abanico de motivos, en el que se hallan lo religioso, lo pagano, lo existencial, la tierra, la naturaleza, el bucolismo, el mundo clásico, el iberismo, el amor, los seres próximos y queridos... El resultado es siempre convincente, pues, como lectores, sentimos que, en Torga, la poesía verdadera, como ocurre siempre con la mejor, nos expresa y nos acompaña
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