Elegía de Marienbad

Desgarrador y conmovedor a un tiempo, resulta difícil no enternecerse ante uno de los más bellos poemas de amor jamás escritos en lengua alemana. O quizás se debería decir de desamor. O desengaño... O mejor aún: la entrañable ensoñación de un aristócrata anciano que se deja encandilar por la docilidad, y cierta picardía, de una adolescente de apenas 17 años. Lo que se convirtió en un rumor casi vergonzante para la alta sociedad alemana y austríaca que frecuentaba en el siglo XIX los balnearios de Marienbad y Karlsbad (República Checa), fue para J.W. von Goethe (Frankfurt, 1749, Weimar, 1832) su último y probablemente más angustioso romance. Porque a la decepción de verse rechazado y arrinconado por la mujer que lo hizo rejuvenecer a sus 72 años, se suma, más dolorosa si cabe, la amarga toma de conciencia del fin de sus días. De la mano de la germanista Helena Cortés, el lector podrá profundizar en uno de los episodios de la vida del que para muchos ha sido, y sigue siendo, el hombre más ilustrado de la humanidad y el más grande de las letras alemanas. Helena Cortés nos adentra en el contexto, en los sentimientos, y adivina los pensamientos de un Goethe que nunca ha perdido la ilusión por el amor. Hasta conocer a Ulrike von Levetzow no importaba el tiempo, la distancia, la edad... Pero este idilio que durará apenas dos años supuso una revolución en la vida del anciano Goethe, que, de nuevo, busca en el verso el refugio para su alma aturdida. A continuación, en la Elegía de Marienbad el poeta se desnuda y vuelca sus sensaciones hasta el punto de hacernos sentir como si viajásemos a su lado en esa calesa que lo lleva de vuelta a casa y lo aleja de su amada mientras nos relata la aventura vivida. Candente. Aún con las heridas abiertas. Pero a la vez tomando cierta distancia y dando espacio al hombre maduro y reflexivo que, consciente ya de la caducidad de la vida, llega a reconocer que aquel amor no había sido más que una vana ilusión.